martes, 23 de septiembre de 2014

Estudiar por vocación o por salidas

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Hoy os traigo dos ejemplos inventados de salidas laborales, de las que ya he hablado en la entrada ¿Qué carrera tiene más salidas? Aunque son inventados, creo que retratan bastante bien lo que quiero transmitir. El tema, claro está, es qué diferencia hay entre estudiar por vocación o dejándose llevar por las salidas.

El caso de Juan:

Juan es de buena familia y sus padres le animan a meterse a estudiar una carrera con futuro y donde antes o después conseguirá un trabajo estable y bien pagado. Presionado (en realidad Juan quiere ser actor), decide inscribirse en Ingeniería.

El primer año es fantástico; las asignaturas no son demasiado difíciles, vive la vida universitaria fuera de su casa y, además, tiene la conciencia tranquila porque es lo que sus padres quieren que haga. Sin embargo, el segundo año empieza a ver que "la cosa se complica" y las asignaturas se vuelven cada vez más específicas (¡Eso no se lo esperaba! ¡Solo había pensado en las salidas, no en el "durante"!) y empieza a tener dificultades para seguir el ritmo. A esto se suma que cada vez tiene menos ganas de estudiar y más de salir.

Cuando llega tercero, ya arrastra varias asignaturas de segundo, ha tenido varias broncas con sus padres por no aplicarse en los estudios y ya está totalmente desmotivado. Tanto, que decide dejarlo, y encima harto de todo lo relacionado con la ingeniería. Tres años después de tomar la decisión, se vuelve a ver en las mismas: Y ahora, ¿qué?

El caso de Marta:

Marta goza de bastante libertad en casa y sus padres la consideran lo suficientemente madura como para no intentar influirla en su decisión, aunque de vez en cuando dejan caer que en Filología acabará de profesora, y saben que no es lo que ella quiere. Aun así, Marta toma la decisión de meterse en Filología y, aunque la carrera no es lo que esperaba (esas aulas grandes de las películas con profesores la mar de interesantes con la mochila al hombro que hacen preguntas abiertas antes de que suene el timbre), está contenta.

Pasa los primeros dos años centrada en las asignaturas de la carrera y poco a poco va empezando a informarse de congresos, eventos, debates y otras actividades en las que va cogiendo "carrerilla" y empieza a ver qué es lo que le gusta y qué es lo que no (no "te gusta la Filología" en general, te gusta algo en concreto, y por ahí tiras).

Cuando llega a tercero, ya va bastante bien encauzada en lo que se refiere a ideas. Le van saliendo trabajillos de profesora y se da cuenta de que no es lo que le gusta (y su familia dice aquello de "Te lo dijimos"), pero no pasa nada, porque al estar tan activa se da cuenta de que hay mucho más que enseñanza detrás de la carrera que ha elegido.

Además, ¿por qué iba a ser negativo estudiar algo precisamente para darte cuenta de que NO es lo que te gusta? ¿Y si gracias a estudiar esta carrera ha descubierto su verdadera vocación? En ese caso, la misión de la universidad está cumplida: hacerte aprender y empujarte sobre los ruedines hasta que ya puedas ir tú solo.

¡Ánimo!

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